En la antigüedad el estudio de los fenómenos físicos era materia
de filosofía y muchos de estos, carecían de una explicación satisfactoria. Hubo
una gran cantidad de personajes que a través de la observación, experimentación
y medición, lograron proporcionar las bases de nuestras ciencias modernas; lo
que una vez fue concebido como, las ciencias de la vida.
Uno de los actores más notorios de la relación entre la ciencia
y la Fe, fue el astrónomo y matemático Galileo Galilei (Florencia 15-02-1564;
8-01-1642), que por medio de su extraordinario invento “el telescopio”, abrió
las puertas del entendimiento humano y contribuyó al comienzo de la separación entre
los paradigmas filosóficos y la investigación científica, las cuales muchas de
estas pasarían a convertirse posteriormente con el paso del tiempo en leyes.
El poeta británico Alexander Pope (Twickenham, 1688-1744),
escribió: “La naturaleza y sus leyes
yacían en tinieblas, y Dios dijo: Hágase Newton, y todo fue luz.” Otra destacada
figura de la historia y que sigue siendo
fuente de gran inspiración para todo científico es Sir Isaac Newton; físico, matemático
y astrónomo británico (Woolsthorpe, Lincoln 1642; Kensington, Middelsex, 1727).
Sus descubrimientos sobre la ley de gravedad, permitió predecir con gran
precisión las órbitas de la tierra, la luna y los planetas, nos conduce
igualmente por el mismo camino que Galileo inició; el descarte de varias
teorías aristotélicas sin fundamento, utilizando métodos basados en la
observación y la comprobación mediante relaciones matemáticas simples.
Esto es sólo una muestra de cómo la historia se ha encargado de
desechar los mitos y creencias de una sociedad envuelta en una atmósfera
arcana, que atribuía los fenómenos sin explicación a la deidad, a entes
espirituales o fuerzas inexplicables.
Aristóteles (Estagira, Macedonia, 384; Calcis, Eubea, 322 a .C.), por medio de su
libro “La Bóveda
de los Cielos”, 340 a .C.;
fue capaz de establecer los argumentos que permitieron a otros, fundamentar las
bases de nuestras ciencias actuales y de no ser por estos cimientos filosóficos;
más la evolución de la tecnología, el mundo estaría en la cuna del escepticismo
y considerando todo fenómeno natural o no, como una obra mágica o divina; entiéndase
bien, que toda obra es divina si es hecha por Dios, pero esto, no le da
cualidades mágicas.
Dios ha permitido la concepción de la ciencia en sus obras más
pequeñas así como en las más grandes; podemos suponer que las órbitas de los
planetas ya fueron dibujadas a escala, previamente en los modelos atómicos o
que lo que se consideraría como una desaparición o desmaterialización de un
cuerpo físico, pueda ser por causa de una presunta desconfiguración electrónica
de sus moléculas constitutivas; en vez de un acto de magia por algún
ilusionista. ¿Es que acaso en nuestra moderna civilización; con todos sus
avances tecnológicos, no podemos concebir la idea de que Dios es la ciencia
pura e inequívoca de las cosas? Y que el mal, no es otra cosa sino el producto
de las fuerzas físicas contrarias u opuestas a la práctica incorrecta de
métodos científicos.
Hay un indeterminado número de cosas sin explicación, pero hemos
encontrado respuestas que en pasadas generaciones hubiesen sido absurdas y
risibles; tan solo deseo brindar la posibilidad de que exista una alternativa
sistemática para todas las experiencias, incluso aquellas que aún pertenecen al
campo de la Fe.
Hay un par de frases que Galileo escribió: “Las matemáticas son el lenguaje con el que Dios ha escrito el universo”;
“El libro de la naturaleza está escrito
en caracteres geométricos”. Es una verdad irrefutable que Galileo encontró
una de las fórmulas utilizadas por Dios en la gran creación del universo y que
a pesar de que fue obligado a retractarse de sus aseveraciones por considerarse
herejías; fue la verdad y no otra cosa, la que encontró cabida en nuestro
entendimiento a través de los siglos. Dice la leyenda que al terminar su
renunciamiento murmuró: ”Eppur si muove” (y
a pesar de todo, se mueve).
Así como Galileo fue obligado a guardar silencio, las sociedades
y su lógica en un determinado punto de la historia han sido antagónicas a las
posibilidades que nos trae el futuro para alcanzar los beneficios de estas, debido
a la demora de la aceptación racional fuera de su tiempo presente; en
consecuencia, existe la probabilidad de que tengamos un retraso de miles de
años de tecnología gracias a la resistencia al cambio o la falta de humildad en
reconocer las alternativas que nos ofrecen los nuevos descubrimientos, aunque
estos estén en contra de lo que hemos considerado correcto, de nuestra Fe y
creencias. Hay que permitirle al conocimiento abarcar los espacios necesarios
en el momento que surge, para lograr un mayor avance de la humanidad, solo de
esta manera podemos erradicar el entorpecimiento de nuestro desarrollo.
Si lo pensamos bien, muchas de las prácticas que se consideran
pecaminosas en ciertas religiones, no son más que actos arbitrarios emanados
por el hombre y bajo una profunda convicción de pensar que ofendemos a Dios, nos
negamos al llamado natural de la creatividad. “Somos imagen y semejanza de un ¡Dios
creativo!, ¡somos parte de la creación misma!”; ¿entonces?, ¿cuál es la
necesidad de resistirnos al conocimiento y al descubrimiento de la esencia
fundamental de nuestra propia existencia?; ¿por qué pensar, que el nacimiento
de nuevas teorías y prácticas atentan contra la moralidad del ser humano?; ¿por
qué seguir insistiendo en creer que la religión está separada de la ciencia?; “La ciencia sin la religión, cojea; la
religión sin la ciencia, no existe” (Albert Einstein).
En el libro de Hechos de los Apóstoles, existe una historia que
llama poderosamente mi atención “El Consejo de Gamaliel”, donde se presenta un
razonamiento inusual para los hombres de la época; dijo Gamaliel: “…Ahora os digo: Dejad a estos hombres.
¡Dejadlos! Porque si esto es consejo u obra de hombres, se disolverá; pero si
viene de Dios, no podréis disolverlo y quizá algún día os halléis con que
habéis hecho la guerra a Dios”,(Hechos 5-38).
Imagine por un segundo lo que se necesitó para que Gamaliel; judío
ortodoxo de la antigüedad, considerara la remota probabilidad de que la
predicación de los apóstoles de Jesús podría ser cierta y que a su vez, tratar
de detenerlos en su misión evangelizadora podría adversar la voluntad de
Dios. Este ejemplo nos trae a considerar que no es necesario abolir nuestras
raíces o la base donde se sustentan, se trata de permitir con libertad que nuevas
posibilidades den frutos o no, por sí solas.
Por una intrínseca condición de rebeldía; (lo que se conoce en
el ámbito psicológico como el niño
rebelde interno), hay la probabilidad de haber privado a la humanidad de
evolucionar con mayor rapidez, solo bajo la simple creencia de pensar que
ofendemos al creador, a pesar de que se ha demostrado que la evolución es
indetenible y que “Dios dispone todas las
cosas para el bien de quienes lo aman…” (Romanos 8:28); quién puede
asegurar si hasta nos hemos negado la ocasión de haber erradicado las
enfermedades definitivamente desde hace años o de haber encontrado la solución
para lograr la paz mundial…, sólo por nuestra obstinación…. ¿Cuántas respuestas
habrán sido guardadas en una gaveta por temor?
Volviendo a la idea central, deseo invitarlo a la siguiente reflexión:
¿Cuál es la diferencia entre un milagro y un procedimiento científico?; a mi
criterio, es tan solo el nivel de comprensión que tenemos sobre el hecho, si
precisamos la información de todos los elementos que intervienen y cómo
podríamos reproducirlo; seguramente lo atribuiríamos a la ciencia; pero si no,
¿a la Fe? La sapiencia popular dice que toda moneda siempre tiene dos caras; será
que nuestra Fe depende de un cierto grado de inocencia o lo que
sería peor, ¿de nuestra ignorancia…?.
¿Qué va a pasar cuando muchas de las cosas que son consideradas
como un milagro actualmente o como ejemplos de fe sean leyes científicas en un mañana?; ¿seguiremos
creyendo que Dios existe…? Yo creo que sí!, solo que antes de ese punto de evolución
mental ¡por fin! empezaríamos a comprender una parte de la naturaleza
científica de Dios.
Quisiera recomendar, que muy distante de crear una polémica, me
interesa sanamente poder recrear una teoría sobre la conceptualidad divina;
tomemos en cuenta que una hipótesis no es más que la suposición de una cosa
posible o imposible, para luego concluir de ella, una respuesta.
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