Estimados amigos:
Una vez más, tengo el agrado de expresarme por este
medio creativo y tan privado como es la redacción, el cual me ha permitido; a
lo largo de muchos años, manifestar, desarrollar, expandirme y hasta desahogar,
todo un universo de emociones que confluyen dentro de mí y; ayudan tanto a
destruir, como a construir.
Toda moneda tiene dos caras y en todas mis manifestaciones
artísticas; bien sea, a través de la música, el canto o la escritura, he podido
encontrar un rincón donde puedo verme y verlos a todos ustedes. No creo hallar
una mejor forma de arrancar los sentimientos del alma. No pretendo ser un
escritor de renombre, pero si espero a través de esta absurda manía, compartir
algo que no se logra comprender a simple vista en una publicación; que no es
otra cosa que, la desnudez de mi espíritu.
Cuando escribo, comparto la intimidad de mi
corazón; algo muy poco apreciado por aquellos que análogamente, se sienten mi
contraparte en este proceso y ¿quiénes podrían ser esa contraparte...? nada más
ni menos que las némesis de los artistas; los críticos. Aprovechando el
término, la palabra “crítico” proviene del griego “Κριτές” (Crités); que a su vez es el nombre helénico de uno de
los libros del antiguo testamento, el libro de “Jueces”. Y es que la “crítica”
en algunas ocasiones, no tiene que ser tan satanizada como la gente la ve;
simplemente, es sólo un “juicio”. Otra palabra que le revuelve las tripas a más
de uno, pero ya hablaremos de eso.
El crítico es al artista, como la
mantequilla a la arepa, el azúcar al café o la sal a las cotufas (pop corn para
nuestros amigos de fuera) y; así como tildan a los artistas amateurs con
aquella trillada frase ─ ¡Este qué se cree! ¿artista?─ Yo me pregunto
siempre ─ ¡ y este se cree! ¿crítico?─.¨Porque si expresar tus ideas son
causa de conflicto para otros; lastimosamente debo citar aquella célebre frase
del famoso escritor Dostoievski: “La tolerancia llegará a tales niveles que
los inteligentes tendrán prohibido pensar, para no ofender a los imbéciles”,
porque si para ser artista hay que ser reconocido; para ser crítico, mínimo se
debiera ser culto.
Todos podemos opinar, ¿pero exigir...? Sí, porque
hay una línea delgada entre estos conceptos, no debe confundirnos que una cosa
es compartir un punto de vista (algo en lo que no tenemos que estar de acuerdo
siempre) y otra cosa es suponer que la opinión de los demás, es el ejemplo a
seguir. En el cristianismo; muy contrario a la teoría de la rencarnación,
basamos nuestra creencia de un Dios que no hace fotocopias, hace obras
originales; por eso, no tiene mucho sentido para nosotros andar creyendo en eso
de almas recicladas; porque si no ¿de dónde saldría la sobrepoblación...?; ¿de
dónde vendrían todas esas almas nuevas...? Quiere decir que la individualidad
existe y, es obra de Dios.
En un paréntesis personal, recuerdo que mi madre me
compartió una vez una experiencia con uno de sus profesores de pintura, ella
pintó un cuadro (que no sé dónde fue a parar) de una de esas fotos que tomaba
mi papá; la cual, mostraba un anciano sentado en la escalinata de un zaguán, en
una casita de un pueblo andino y a mi mamá, le pareció que sería mejor pintar
las manos de este personaje, un poco más refinadas. Cuando su profesor miró la
pintura y; sin haber visto la foto original, le dijo: “veo que cambiaste la
mano del campesino” ─ ¿y usted cómo lo sabe? ─ replicó ella; el profesor
respondió: “porque un campesino tiene manos toscas, rudas, esa mano que
pintaste no puede ser la mano de un campesino”. A veces las cosas son lo
que son, no se compliquen tanto.
Hoy en día, está de moda reflejar un pluralismo
exagerado y hasta exacerbado quizá, queremos incluir a todos; pero al mismo
tiempo excluimos sin darnos cuenta, porque al querer enarbolar banderas de
derechos de unos, pisoteamos los derechos de otros. Me revienta ese pluralismo
exagerado de géneros que quieren tener todo el bendito tiempo ─ todos y todas;
niños y niñas; necios y necias─ bueno, en fin. Me recuerda algunas diferencias
que he tenido en conversaciones de connotación religiosa.
He escuchado muchas veces de manera accidental en
la calle, prédicas protestantes donde han dicho cosas como: “pero si deseas
conocer de verdad a Jesús, tienes que ir a nuestro templo...” ¡Qué
fantoches!, de verdad que me dan risa estos pseudo pastores. Ustedes se
imaginan la escena del centurión romano cuando se acerca a Jesús para pedirle
sanación por un sirviente... y que el Señor le hubiese contestado: “...Bueno
para hacerte ese milagrito tienes que circuncidarte y convertirte al judaísmo
primero...” ¿Verdad que no pega ni con soldimix...? Cuándo van a entender
que Nuestro Señor, no se andaba con estupideces. Y es que para ser creyente y
tener fe, no se necesita tanto protocolo.
Es por esto, que se hace imprescindible resaltar
que, no es necesario andar buscando la exclusividad de la fe; una cosa es
identificarnos con ciertos valores de fe y; otra muy diferente, es creer que
por tener una identidad; bien sea carmelitana, salesiana o franciscana, todos
tienen que pasar por ese aro; ¡pues No!, la cosa no es así, no han entendido
nada de la obra de los apóstoles y ni hablar de Jesús, porque si no se han
enterado; entérese que la palabra católico, viene del griego “Kαθολικός” (se lee cazolicós) que quiere decir
“U-NI-VER-SAL”; así como cuando le regañaban a uno antes, por sílabas.
No se puede pretender que las personas tengan
entrada a la fe por una sola vía, la universalidad de nuestra religión se basa
en la diversidad de como el mensaje llega a cada corazón y; cada historia de
conversión, es tan única como hermosa. ¿Por qué persisten en querer promocionar
derechos de exclusividad para la fe?; ¿No es evidente la individualidad de la
creación? o quieren terminar creyendo que las almas se reciclan... dejen que la
fe fluya en cada quién como mejor le parezca a Dios, la única exclusividad que
deberíamos defender; es la de saber, que somos propiedad de Él. Hasta cuando
seguiremos haciendo la obra separatista de los próceres de la colonia; si se
cree prócer; de su sangre.
Cuántas veces no confunden normas con costumbres y
altruismo con leyes. Cuántas veces nos devuelven la tarjeta de banco sobre el
mostrador; muy a pesar de haberla entregado en las manos, y cuántas veces
cuando exigimos nos la devuelvan de la misma forma, la respuesta del
dependiente es:“es que es la costumbre”, hasta cuando tenemos que
aceptar que la costumbre sobrepasa la moral, la cortesía o la educación y; en
el otro ejemplo, hasta cuando tenemos que pensar que la ley está por encima de
la razón ¿No se entiende que para hacer el bien a veces hay que dejar de lado
la ley...?, recuerden la parábola del buen samaritano.
Lastimosamente, vivimos en un mundo que se auto
engaña; hablando en criollo, se cae a coba e intenta querer ver siempre las
cosas con un sentido maniqueísta y: por otra parte, otorgando eufemismos
innecesarios. En este instante me viene a la mente la escena de Cristo sacando a
los mercaderes del templo; donde en un arrebato de “ira santa” como suelen
decirle los optimistas, reparte más palo que en una película de kung-fu.
Vamos a dejarnos de idioteces y veamos las cosas
como son, nuestro Señor que vino al mundo a hacerse hombre y padecer con
nosotros en todo el abanico y espectro de emociones humanas, nos acompaña en el
dolor y el llanto de perder a un amigo, la muerte de Lázaro; en el sufrimiento,
al aceptar su sacrificio; en la soledad, al hallarse sólo en la cruz; en la
traición, bueno ni falta que hace explicarlo; en la decepción, cuando fue
negado tres veces y sí; en esa famosa “ira santa”, que no es otra cosa que una
soberana arrechera, por haber convertido el templo en un vulgar mercado,
profanando lo sagrado en mundano.
Y es que no se le puede dar otro nombre a ese
sentimiento de indignación, cuando vemos la injusticia descansar sobre la
justicia; el abuso sobre la tolerancia; la estulticia sobre el sentido común;
no es para menos, que Jesús también haya permitido y sentido tanto coraje, como
para darnos a entender que no siempre podemos vivir diciendo aquella pendejada
de “la violencia es el arma de los que no tienen la razón” me encantaría ver
que se lo hubieran podido decir a Jesús en ese instante, a ver que les
responde; porque no creo que les hubiera salido con eso de “la otra mejilla”,
creo que la verdadera enseñanza de ese episodio demuestra que, hay momentos en
la vida que se justifica un buen pedo.
Es por todo lo anterior; estimados compañeros y amigos, que si
existe alguna diferencia entre su crítica y mi redacción; déjeme informarle,
que a menos que su comentario no se realice en procura de una mejora a mis
habilidades, me vale tres pepinos y dos rábanos lo que pueda usted opinar; si
le causa demasiado estupor mis palabras, haga como yo, utilice las horas de
insomnio que he desarrollado por ser músico y póngase a escribir en un blog, ya
verá como pronto le cambian los papeles y usted se convertirá en un futuro
artista, con sus consecuentes críticos.
Dejen de caerse a mentiras...
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