María no sólo representa el lazo indisoluble de la madre con el hijo; sino también, de forma análoga, la relación indisoluble de Jesús con su iglesia, convirtiéndose a la vez; la elegida del fruto del espíritu santo, en iglesia, al ser la portadora del cuerpo de Cristo y la guardiana de su misterio, otorgándole al mismo tiempo la inequívoca verdad de su pureza, pues no se puede suponer que la portadora de nuestro Señor, no sea virgen en reciprocidad a esta pureza. Nuestra iglesia; como custodia del misterio de la Eucaristía, se hace también madre de sus hijos y otorga por el mismo principio, un lazo indisoluble con Cristo y con nosotros.
Es entonces; en nuestra Santa Madre donde se derramó toda la gloria y la gracia de Dios, para convertirlas en hombre, en hijo y Señor nuestro. El papel de María representado en la anunciación y en su aceptación no se limita sólo a mostrar la voluntad de Dios en ella; sino además a darle un protagonismo excepcional y de carácter único en el plan de salvación del mundo. Esta especial gracia de la mirada de Dios sobre María, convierte a nuestra Señora en la representación más pura y digna como primer Cáliz de salvación. “…Como afirma el Concilio, María es « Madre de Dios Hijo y, por tanto, la hija predilecta del Padre y el sagrario del Espíritu Santo; con un don de gracia tan eximia, antecede con mucho a todas las criaturas celestiales y terrenas ». (Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 1987)
El anuncio a María y el plan de salvación divino, reposa en un hecho significativo y profundamente humano, pues toda la salvación dependía de ella y de una sola palabra… “si”. Cuando la amada de Dios se entrega a su confianza no sólo da una muestra de obediencia, sino que sin saberlo, ejecuta el inicio del plan celestial de Dios para con el mundo. Una maquina puede llegar a ser el mejor invento de la humanidad, pero se requiere ponerla en marcha, iniciar con ese pequeño botón el prodigio de hacer un trabajo; de lo contrario, la maquina más perfecta, sólo sería un diseño y el acople de miles de pieza magistrales, pero sin sentido alguno. Es María la co-ejecutora del plan de salvación para el hombre.
He aquí a la Reina del cielo, pues por antonomasia; de ser necesario, si Cristo es Rey y es hijo de María, ella es Reina y esposa del Espíritu Santo. No quedan dudas; dudar es casi una apostasía; no es ya sagrado el lugar de donde nacemos y con mucha más razón, de donde nace el Salvador del mundo… María es templo del Dios vivo, es sagrada, es única, es madre y madre de redención. Como arde mi corazón cuando escucho, de quienes presumiéndose cristianos, osan menoscabar la importancia de María y con ello, ofenden la divinidad de Dios, que puso su mirada sobre ella, por encima de todas las criaturas, por encima de toda la creación.
Pese a todo lo dicho, hoy en día medito de forma especial sobre tu presencia en mi vida y entiendo mejor cada oración hecha en tu nombre, porque no puede haber conexión con Cristo, sin previamente mediar por ti y no puede haber santificación, sin aceptar tu santidad, pues si ha puesto Dios mismo el fruto de su espíritu en ti, como podría yo llegar a Él, sin la debida honra a la Madre de mi Señor. Así será bien dicho hoy y siempre…
Bendita sea tu Pureza, y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa Belleza. ¡A ti Celestial Princesa, Virgen Sagrada María! yo te ofrezco en este día: alma, vida y corazón; ¡mírame con compasión, no me dejes Madre mía sin tu santa bendición! Amén.
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